Historia
 

BREVE RESEÑA HISTORICA DE BERÁSTEGUI

La hacienda Berástegui, como la conformó el presbítero José María Berástegui, quien la heredó de sus padres Pedro Berástegui y Petrona Gómez Barragán, tenía geográficamente la figura de una Península. Limitaba por el lado oeste con la Boca de Julio, en el caño de Martínez, y de ahí en línea recta al puerto de San Antonio, sobre el caño de Bugre, y sus colindancias por el norte, por el este y por el sur, eran con el caño Bugre, con el de Palmito y con el caño de Martínez que desembocaban en el río Sinú.

Ese fundo alcanzó a tener doce mil hectáreas de terreno, y en ellas se hallaban las ciénagas de "Charco Pelado", la "Gran China" y "Malagana". Los nombres de estas ciénagas se los dieron sus últimos propietarios que eran la firma M. Burgos, etc. & Cía.; lo mismo que el de Berástegui lo dieron los hijos del presbítero, pues primitivamente se llamó "Malagana". La población de Berástegui estaba en el centro de la hacienda, y era administrada por sus dueños, allí y en otro caserío, también dentro de ella, llamada El Cedro.(...)"

Los trabajadores permanentes de la hacienda, en total computados los de los dos caseríos, eran unos ciento cincuenta o doscientos aproximadamente, sin contar a las personas que de ellos dependían, como mujeres e hijos. Así como los dueños cambiaban de generación en generación, también los trabajadores de la hacienda cambiaban de generación en generación, ocupando las mismas viviendas y las mismas prerrogativas. Todavía viven en esos poblados bisnietos de las personas que sirvieron allí en los tiempos del Cura Berástegui. De allí salieron huestes que sirvieron a nuestra emancipación del reino español a ponerse a las órdenes de los comandantes que seguían instrucciones de Bolívar. Como siguieron después los ideales del doctor Manuel Burgos y del General Francisco Burgos, en las guerras civiles en que ellos intervenían en una u otra forma. Esas vinculaciones entre entre los habitantes de Berástegui, y los sucesores de los viejos Burgos y Berástegui, subsisten todavía, a pesar de que son escasos los Burgos que hoy son dueños de pocas hectáreas de tierra de lo que fue la Hacienda Berástegui, fundada por el cura y ampliada y sostenida por sus hijos.

En Berástegui y El Cedro pagaban el salario a los trabajadores en dinero y en especie, de acuerdo con el valor de los salarios que entonces pagaban en fincas como esa.

En cuanto a la alimentación, les daban mazamorra de maíz con leche que hacían en calderas medianas unas cuatro mujeres, y esa mazamorra la llamaban popularmente "calderana". Daba gusto ver a estas mujeres pilar el maíz, meterle leña a los fogones donde reposaban las calderas y soplarlos para que las llamas no fallaran; mientras unas hacían esto otras revolvían la olla hasta que la mazamorra estaba a punto. Después venía el reparto de la mazamorra en totumas grandes que distribuían entre las vasijas que llevaban las mujeres de los trabajadores de acuerdo con la familia que cada uno tenía. Es decir, la mazamorra no era sólo para el trabajador, sino para sus familiares. La mazamorra era para el desayuno.

El almuerzo lo suministraban a los trabajadores en carne fresca, plátano y arroz pilado, en la misma forma que la mazamorra. Para anotar los nombres de las personas que recibían los alimentos el respectivo día que trabajaban, había una tabla en donde aparecían los nombres de todos en orden descendente, y frente a cada nombre había una pita con un nudo en la punta que colgaba; esa pita por un hoyito salía al otro lado y también en la puntita tenía otro nudo. Si el que recibía la alimentación del día trabajaba, entonces el empleado jalaba la pita que colgaba al anverso de la tabla, de modo que el nudo al frente del nombre del trabajador indicaba que éste no había servido ese día.

En los meses de enero y junio de cada año se hacía el balance general de la cuenta de cada trabajador; si el saldo era favorable se le entregaba en dinero efectivo. Como permanentemente había una tumba de montes para siembra de maíz, yuca y ñame, se le daban parcelas a los trabajadores para que hicieran allí sus cosechas sin que tuvieran que pagar arriendo ni nada de carácter oneroso por el uso de las parcelas. De esta manera durante cada año los trabajadores de la hacienda contaban con tierra gratis para producir dichos productos que ellos vendían a quien quisieran y al precio que les interesaba.

Tomado de Memorias Inconclusas. Remberto Burgos Puche

 
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